Desde meses recientes, la administración del
Presidente Barack Obama, a través del Departamento de Energía y las mayores
empresas petroleras norteamericanas como EXXON, CONOCO y CHEVRON, han estado
desplegando estrategias con el fin de lograr el control de las exportaciones
petroleras y del gas natural, para poder alcanzar una disminución progresiva de
los precios del crudo en el mercado global, reducir a niveles considerables la
influencia y el peso de la
Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y de
actores como Rusia, para minar su influencia en los suministros de gas hacia
Europa, tomando como punto clave los acontecimientos en Ucrania, y con base en
la presunta ventaja competitiva que le ha otorgado un aumento significativo de
la producción interna en marcado en las formaciones de shale gas (gas de
esquisto) y shale oil (petróleo de esquisto). Y con base a esto, y como
mecanismo para inundar el mercado petrolero de mayor producción, existe hoy en
día una fuerte pugna entre los grandes grupos de presión e interés petrolero
(lobbys) y el gobierno federal con el fin de levantar una prohibición existente
desde el año de 1975 a
las exportaciones petroleras desde Estados Unidos con el fin de convertir a
este país en exportador neto de gas y petróleo.
Actualmente, la producción de Estados Unidos se
mantiene en niveles superiores a los 8 MMBD (millones de barriles diarios), y
donde diversos medios internacionales especializados se han encargado de dar
por sentado la supremacía de este país en cuanto a producción de gas y petróleo
por encima de Arabia Saudita y Rusia, actualmente en los primeros lugares en
este renglón, y que en razón de la estrategia de incentivos a la reducción del
consumo energético y un cambio en su patrón de consumo hacia el gas y el carbón
impulsado por la administración Obama, además del enfoque a la producción
interna y el deslinde progresivo de las importaciones tradicionales de países
como Arabia Saudita, Venezuela y el viraje en este sentido hacia países como
Canadá y México, han reforzado la imagen de Estados Unidos como un país a punto
de alcanzar la autosuficiencia energética, todo ello con el fin de reducir la
influencia de actores tradicionales como la OPEP y Rusia en el escenario energético
internacional. En este sentido, no es casualidad que la inestabilidad política,
sectaria y religiosa se haya apoderado de varios de los países miembros de la OPEP (casos Irak, Nigeria,
Libia, y con amenazas latentes de que Arabia Saudita también se vea sometida a
este tipo de acciones contra la monarquía), tomando en cuenta las amenazas que
en anteriores oportunidades hayan lanzado la ex candidata a la presidencia Hillary
Clinton de acabar con la OPEP
si hubiese llegado a alcanzar el poder. Pero, de igual forma, la estrategia de
desplazar a la OPEP
aún se mantiene intacta, aún con una administración distinta en el poder en la
Casa Blanca, ya que esta política exterior
responde es a intereses del conglomerado industrial petrolero y militar con
grandes vinculaciones en Washington y los centros de poder en Estados Unidos.
Por otra parte, dentro de esta
macroestrategia por parte de los sectores más radicales y mayoritariamente
republicanos en el Congreso norteamericano, se encuentra otra arma como lo es
el de la liberación progresiva de petróleo de su denominada Reserva
Estratégica, que contiene aproximadamente 800 millones de barriles, y que fue
creada para momentos de emergencia y de interrupción en el suministro petrolero
mundial, y que siempre se considera una carta en el momento de la toma de
decisiones en materia petrolera por parte de la
Casa Blanca, y que de igual forma ha sido
parte de importantes controversias y diatribas políticas en el seno de los
centros de poder en este país. Este tipo de mecanismos se han tomado en consideración
con el fin de aumentar producción global, presionar los precios a la baja, para
que de esta forma se mantenga un ambiente de precios bajos lo suficiente como
impactar a la economía y los ingresos de países considerados rivales de Estados
Unidos como Rusia, Venezuela, mientras que existe además la conveniencia de que
se mantenga la latencia de potenciales inestabilidades en zonas petroleras y
conflicto de baja intensidad con el fin de que no se produzca un descenso
abrupto de los precios petroleros que impacten de forma significativa los
ingresos de las principales empresas multinacionales que les permita mantener
proyectos y nuevas inversiones en este renglón, para de esta forma evitar y
prolongar una hipotética transición hacia fuentes alternas de hidrocarburos
como el gas natural, donde en esta parte Rusia pasa a ser un jugador clave y
con supremacía, además de otros como Qatar, Trinidad Tobago, Venezuela. Todo
esto forma parte de la influencia psicológica en el comportamiento de los
precios con relación a los conflictos y la conveniencia de mantener cierta
latencia al respecto, además del importante negocio de las armas y el
denominado complejo industrial militar, con considerable presencia de empresas
norteamericanas en este renglón.
Al respecto, Estados
Unidos tendría entonces como objetivos estratégicos claros tanto a Rusia como a
la OPEP,
propiciar además el surgimiento de actores aliados en el escenario
internacional petrolero como el caso de México (donde se lleva a cabo una
importante reforma energética con connotaciones privatizadoras claras que
concentran la atención de la Casa Blanca)
además de Canadá (tercera reserva de petróleo no convencional del mundo y con
el cual se está a punto de firmar la concreción de la construcción del oleoducto
KEYSTONE que transportaría directamente crudo desde territorio canadiense hacia
Texas y otros estados norteamericanos), mantener la estrategia en la región del
Golfo Pérsico del “divide y vencerás”, propiciando guerras sectarias y
religiosas en todos los países de la zona para posteriormente apropiarse de las
zonas con mayores reservas y producción petrolera (por ejemplo el caso del
Kurdistán iraquí en el norte de Irak donde se encuentran las mayores reservas y
que actualmente ha oficializado su petición de autonomía), además de evitar la
cohesión permanente en el seno de la
OPEP en momentos de ajustes y decisiones de mercado y precios
(es conocida la división entre las monarquías conservadoras con fuerte
tendencia hacia Washington y los países menos propensos a esta tendencia como
Venezuela, Ecuador, entre otros), mientras que con respecto a Rusia, a mediano
plazo, la estrategia consiste en desplazar a Rusia como suplidor mayoritario de
gas natural a través del levantamiento definitivo de la prohibición a las
exportaciones de gas desde Estados Unidos e inundar el mercado europeo de gas
desde territorio norteamericano, bloquear y cercar progresivamente a Rusia a
través de alianzas energéticas y militares con las ex repúblicas soviéticas
para de esta manera restar influencia y margen de maniobra al Estado ruso en
Europa. Todo esto frente a una pérdida considerable de presencia que había
experimentado las empresas norteamericanas y el gobierno norteamericano en la
geopolítica energética global contra el avance y expansión global de forma
agresiva por parte de Rusia, China a través de la conformación de bloques como
el BRICS, despliegue de estrategias diversas como la transición hacia un
sistema monetario distinto al dólar, principalmente en el comercio petrolero
internacional, que ha motivado esta nueva estrategia norteamericana en materia
petrolera, y con implicaciones para Venezuela a largo plazo.
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