La Federación de Rusia,
heredera de la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, desde hace más de
una década, se ha proyectado como uno de los más importantes actores en la
geopolítica energética mundial, toda vez que mantiene su posición como primer
país productor de petróleo (promediando 10 MMBD) según cifras de la BP, por delante de países como
Arabia Saudita y Estados Unidos, mientras que mantiene su posición indiscutible
como primer productor y exportador de gas natural libre y reserva de este
hidrocarburo, lo que le ha otorgado bajo la administración y sólido control del
actual Presidente Vladimir Putin una importante participación en la toma de
decisiones en el concierto internacional de naciones en todos los espacios
geopolíticos, pero especialmente con el fin de recuperar su influencia en
Eurasia.
En este sentido, la energía
se ha convertido primordialmente en el mecanismo más importante del Estado ruso
de política exterior para la consecución de sus fines y de seguridad nacional,
a través de la maximización y optimización del uso de las exportaciones del
petróleo y gas natural hacia Europa principalmente que depende en más de un 70%
de los suministros de gas desde territorio ruso, lo que de forma masiva le ha
permitido a Rusia convertirse gradualmente en una de las principales potencias
en la zona euroasiática, aunque cuenta con otros rivales con importantes
ambiciones regionales como lo son Turquía, Irán, China, los cuales de igual
forma se encuentran estrechamente dependientes de la energía rusa para
satisfacer sus crecientes necesidades energéticas (específicamente en cuanto al
gas ruso), y en donde Rusia a través de empresas como GAZPROM y ROSNEFT han
expandido su radio de influencia hacia un nivel global en considerables proporciones
hasta ver por ejemplo a ROSNEFT estableciendo acuerdos con la gigante
estadounidense EXXON MOBIL para ampliar su participación en el mercado
norteamericano, hecho poco pensable hace 15 o 20 años atrás en la época
soviética.
De esta forma, el elemento de
la energía le ha permitido a Rusia, específicamente durante la era Putin
(1999-2014) irrumpir como un actor de fuerza a nivel global, recuperar su
posición en la zona ex soviética, conformar espacios y bloques geopolíticos con
el liderazgo preponderante de Rusia como lo son: la Organización para la Seguridad y Cooperación de
Shanghai como mecanismo inicial así como el proyecto impulsado por el
Presidente Vladimir Putin de la Unión Euroasiática,
instrumento con claras connotaciones geopolíticas y geoestratégicas de
reafirmar a Rusia en la zona del Asia Central y el Mar Caspio, y con el fin
último de bloquear las intenciones por parte de Estados Unidos y la
Unión Europea de tomar control de los
recursos energéticos del Mar Caspio y cercar de forma geopolítica a Rusia.
En concordancia con esto, y
sobre la base de una firme política energética, GAZPROM por ejemplo ha
expandido gradualmente su penetración en prácticamente toda Europa y los países
del Asia Central a través de por una parte de la firma de acuerdos con empresas
nacionales energéticas de cada uno de los países del continente para
adquisición de instalaciones, estaciones de flujo, plantas compresoras de gas,
etc. por otra parte, por medio de la financiación de construcciones de
gasoductos como el South Stream (que tiene como finalidad suplir de gas a toda
Europa Central, Oriental y Sur), Nord Stream (que suple gas a Alemania y los
países nórdicos), además del Blue Stream (el cual transporta gas directamente
desde puertos rusos hacia Turquía), reflejando el amplio y avasallador espectro
de influencia y posicionamiento que ha intentado lograr el Estado ruso a través
de GAZPROM para el control de los suministros de gas hacia Europa y por ende
convertirse en actor de relevancia en los círculos de poder de la
Unión Europea.
Por esta razón hemos
observado en múltiples ocasiones como han sido infructuosos los intentos de
crear una Carta Energética por parte de Bruselas como medida de contrapeso frente
al peso de Rusia y la falta de cohesión y unión a la hora de consolidar una
posición en diversos temas de política exterior por parte de Europa con
respecto a Rusia. Esto no exime el hecho de que existe una alta
interdependencia entre ambos actores, ya que Europa sigue representando el
principal mercado receptor de las exportaciones energéticas rusas y viceversa, lo
que constituido un factor calibrador por parte del Kremlin al momento de tomar
decisiones y posturas frente a la UE.
Lo mismo se puede afirmar de
la empresa ROSNEFT, actualmente la principal corporación estatal petrolera
rusa, al frente de la cual se encuentra Igor Sechin, asesor directo del
Presidente Putin en materia energética y estratégica, y que contando con apoyo
considerable del Estado ruso ha experimentado en pocos años una increíble
expansión internacional, siendo esta la otra bandera energética en la política
exterior por parte de Rusia. Alcanzando importantes alianzas con empresas como
EXXON MOBIL, CNPC, ENI, PDVSA, y de alguna forma reduciendo la imagen de
GAZPROM en este ámbito, tomando en consideración la estrecha cercanía que
mantiene el directorio de ROSNEFT con el gobierno ruso.
Y más recientemente, en
cuanto a la proyección de Rusia en la región del Medio Oriente, el tema de la
energía ha sido vital para ampliar de forma exponencial la presencia activa
rusa en la toma de decisiones y en las cuestiones más importantes en esta
álgida zona, con igual importancia en materia petrolera global, en cuanto al
establecimiento de acuerdos y alianzas en materia de suministro de gas y de
producción conjuntas con países como Irak (participación de la empresa LUKOIL
en campos petroleros conjuntamente con diversas empresas como CNPC), acuerdos
de GAZPROM con SONATRACH de Argelia para producción conjunta de gas, de igual
forma en la delicada y crítica Libia donde participan empresas rusas en
exploración y producción, además de ser el principal aliado de países como
Siria e Irán, especialmente en lo que concierne al tema de la energía nuclear,
lo que ha proporcionado a Rusia un acceso amplio a poseer influencia en el
mundo árabe, restándole en cierta forma espacios de protagonismo y
participación tradicional a Estados Unidos, aún inclusive con aliados de larga
data como Arabia Saudita y los estados del Consejo de Cooperación del Golfo, lo
que da cuenta del crecimiento exponencial de la figura de Rusia en el contexto
global.
Al respecto, y tomando en
cuenta al mismo tiempo análisis y reportes que indican que Rusia estaría
acercándose a su pico máximo de producción (las reservas petroleras rusas se
ubican en 80 MMMB), además de agotamiento en varios de sus principales campos
emblemáticos como VANKOR y SAMOTLOR, no se puede desestimar que el Estado ruso
a través de la administración de Putin, en una mezcla de pragmatismo y
nacionalismo petrolero de acuerdo a las circunstancias globales predominantes
para cada momento, no ha desaprovechado las oportunidades que se le han
presentado, tomando ventaja de un ambiente de precios altamente positivos en
más de una década y que en la actualidad se mantiene superiores a los 100$ por
barril, de ampliar y proyectarse como el actor de peso que siempre fue durante
la era soviética, y que ahora, luego de varios años de letargo, vuelve a recuperar
su rol de forma espectacular.
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